El día de ayer, el asteroide 2024ON, un cuerpo celeste con un diámetro estimado entre 210 y 500 metros, pasó relativamente cerca de la Tierra, a solo un millón de kilómetros de distancia. Aunque la distancia pueda parecer considerable en términos humanos, en escalas astronómicas, este tipo de encuentros cercanos siempre captan la atención de la comunidad científica y del público en general.
Descubierto apenas en julio de este año, 2024ON ha sido monitoreado de cerca por los astrónomos, y aunque no representaba una amenaza inmediata, la proximidad con la que cruzó la órbita de nuestro planeta nos recuerda cuán vulnerable puede ser la Tierra ante estos eventos cósmicos. A las 12:17 CEST, el asteroide pasó por su punto más cercano sin incidentes, pero deja una inquietante reflexión: ¿qué ocurriría si uno de estos objetos sí impactara con nuestro planeta?
El temor no es infundado. A lo largo de la historia, la Tierra ha sido golpeada por asteroides que han causado extinciones masivas y cambios dramáticos en el clima. Y aunque hoy en día tenemos la tecnología para rastrear muchos de estos objetos cercanos a la Tierra (NEOs, por sus siglas en inglés), la posibilidad de que uno de ellos llegue sin previo aviso siempre está presente.
Lo sucedido con 2024ON es un recordatorio de lo frágil que puede ser la vida en nuestro planeta. Los avances tecnológicos y científicos nos han permitido predecir y analizar estos fenómenos, pero también subrayan la necesidad de continuar invirtiendo en la observación del espacio y en proyectos que busquen mitigar posibles impactos futuros.
El simple pensamiento de que, en cualquier momento, un asteroide similar a 2024ON podría cruzar nuestro camino con consecuencias devastadoras, da escalofríos.